Un recuerdo me trajo hasta aquí

 "… Descubrí, creo que en La Voz de Moscú, un aviso con referencia a la puesta en escena de un ballet titulado 'La Lucha de los Magos', que se decía era la obra de un hindú.  

No me gustó el tono parlanchín del párrafo…  pero como los autores de ballets hindúes eran más bien raros en Moscú, recorté el aviso, insertándolo en mi artículo y añadiendo brevemente que en el ballet se encontraría seguramente todo aquello que los turistas van a buscar y que es imposible de hallar en la India verdadera.

Entre las personas que encontré… había dos, un músico y un escultor, que muy pronto comenzaron a hablarme de un grupo de Moscú, dedicado a varias investigaciones y experimentos "ocultos" bajo la dilección de un cierto G., un griego del Cáucaso; era precisamente, como yo lo comprendí, el "Hindú", autor del argumento del ballet mencionado en el periódico que había llegado a mis manos tres o cuatro meses atrás. Debo confesar que lo que estas dos personas me contaron acerca de este grupo y de lo que en él ocurría — toda clase de prodigios de auto sugestión — me interesó muy poco.  

Prevenido así por mis experiencias anteriores, fue sólo ante los persistentes esfuerzos de M., uno de mis nuevos conocidos, que acepté conocer a G. y tener una conversación con él.   

Mi primera entrevista modificó enteramente la idea que tenia de él y de lo que me podía aportar… Habíamos llegado a un pequeño café alejado del centro de la ciudad en una calle bulliciosa. Vi a un hombre que ya no era joven, de tipo oriental, con bigotes negros y ojos penetrantes. En primer término me asombró porque parecía estar completamente fuera de sitio en tal lugar y dentro de tal atmósfera… sentado en este pequeño café de tenderos y de comisionistas, con su abrigo negro de cuello  de terciopelo y su bombín negro, producía la impresión inesperada, extraña y casi alarmante, de un hombre mal disfrazado.   

Era un espectáculo embarazoso, como cuando se encuentra uno delante de un hombre que no es lo que pretende ser, y con el cual,  sin embargo,  se  debe hablar y conducirse como si no se diera cuenta de ello. G. hablaba un ruso incorrecto con fuerte acento caucasiano, y este acento que estamos habituados a asociar con cualquier cosa menos con ideas filosóficas, reforzaba aún más la extrañeza y el carácter sorprendente de esta impresión… No solamente no le molestaban mis preguntas, sino que me parecía que ponía en cada una de sus respuestas mucho más de lo que  yo había preguntado. Me gustó su manera de hablar, que era a la vez prudente y precisa. M. nos dejó. G. me contó lo que hacía en Moscú.  

Yo no le comprendía bien. De lo que hablaba se traslucía que en su trabajo, que era sobre todo de un carácter psicológico, la  química desempeñaba un gran papel. Como le escuchaba por primera vez, naturalmente tomé sus palabras al pie de la letra…" 

P.D. Ouspensky


 


Encontrar el Conocimiento Es, a mi entender, Tarea difícil: una y mil trampas se interponen en la búsqueda de lo que P. D. Ouspensky ha llamado “lo milagroso” y que de forma paradójica está entre nosotros. En mi experiencia, desde que era muy joven, este tema me inquietaba sin cesar, no sabía exactamente de qué se trataba, pero sentía que debía haber algo más, personas, grupos, sociedades, asociaciones que poseían un saber que estaría oculto para la mayoría de nosotros, sin embargo podría ser hallado. Me sentía muy inconforme con lo que me decían y me explicaban sobre el mundo, el lugar del ser humano en él, la idea de Dios, de la muerte y otros muchos aspectos.

Los ríos de la vida me llevaron a conocer por primera vez el Cuarto Camino en 1994 cuando entré en contacto con varias personas y grupos. Mucha agua ha corrido desde entonces y he podido vivir la experiencia de que el conocimiento no está en los libros, se transmite de una persona a otra a través de un linaje.

Por intermedio de mi amigo A. pude conocer en el año 2011 que se haría un encuentro con una maestra que vendría de Argentina y para eso nos preparamos varios amigos y yo. Habían quedado en anunciar cuando llegara el momento, y me llevé una sorpresa, al conocer que ya no existía la oportunidad… La maestra había venido a Cuba y la vida me había jugado una mala pasada, no me habían avisado. Tuve que esperar un año más para conocer a M. y aún seis meses más para entrar en contacto con el grupo.

Todos estos encuentros, han sido mágicos para mí, han sido como un milagro. Es como si nos conociéramos desde siempre, por eso doy Gracias a Dios todos los días. Saber de dónde vengo, hacia donde voy y qué hago aquí se ha convertido en la meta de mi vida, no creo que nada pueda ser más importante que conocerme … entablo una lucha conmigo misma cada día por despertar del sueño y de la mecanicidad. 

Gisela Morales Arandia - La Ceiba, La Habana, Cuba


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